años después de las bombas que arrasaron la Vieja Vieja Tierra. El resto son detalles.
Pero esos detalles son, hay que reconocerlo, algo maravilloso.
En otro lugar, al caracterizar la ciencia ficción como una literatura de ideas, he escrito
una arriesgada simplificación: «Se ha dicho que una novela de Literatura general (de esa
de la que algunos no ocultan la mayúscula al hablar de ella) no puede contarse, que debe
ser leída y apreciada en su totalidad. Esto no ocurre así en la ciencia ficción. Si un relato
de ciencia ficción no puede ser contado y abreviado es que no contiene esa idea que
constituye el elemento esencial del género para la mayoría de sus lectores.» Bueno es
reconocer que la obra de Cordwainer Smith se resiste a ese reduccionismo que enuncié,
en su día, con simple voluntad didáctica. Hay ideas en la obra de Cordwainer Smith, y
muchas; pero su somera relación nos alejaría del sorprendente y maravilloso ambiente
que impregna sus narraciones, de esos detalles que configuran, de hecho, toda su
narrativa.
Otro aspecto que creo destacable en la obra de Cordwainer Smith es el elevado
número de referencias que se establecen entre unos relatos presentados como entidades
independientes. Precisamente esa constante referencia a otros relatos del ciclo confiere al
conjunto de la saga de LOS SEÑORES DE LA INSTRUMENTALIDAD una curiosa
sensación de verosimilitud. Obtenemos en realidad la imagen de una historia legendaria
que se da por sabida y cierta, de una historia cuyas líneas generales son de dominio
público, y a la que cada uno de los relatos no hace más que añadir puntualizaciones y
pequeñas precisiones. Se trata de una historia cuya moraleja y sentido final ya son
conocidos por todos. Y a esa sensación general de verosimilitud contribuyen incluso las
pequeñas incoherencias también presentes en los relatos.
Algunos han querido, como tantas veces han intentado los críticos literarios, rastrear la
mismísima personalidad de Cordwainer Smith a partir de la obra escrita. Inútil pretensión.
Paul Myron Anthony Linebarger, la persona que se escondía bajo el pseudónimo
Cordwainer Smith era, como todas las personas, mucho más rica que las conjeturas que
se aventuran sobre él. Sabemos, por ejemplo, que su gata Melanie pudo ser el origen de
la mujer-gato G'Mell de sus narraciones, que se casó en segundas nupcias con su alumna
Genevieve, que era miembro de la iglesia anglicana, que tenía un doctorado en Ciencias
Políticas por la John Hopkins University, que fue experto en asuntos del Lejano Oriente,
catedrático de Ciencias Políticas y asesor de información militar en varias confrontaciones
bélicas. Pero estos y otros detalles se conocen por su biografía y, tal vez con excepción
de la primera afirmación, resulta francamente difícil deducirlos de la obra escrita que nos
ha dejado.
Con toda seguridad, pueden vislumbrarse múltiples y complementarios retazos de la
personalidad de Paul Linebarger a través de las anécdotas y comentarios de los críticos y
de los estudiosos de su obra. Hay bastantes a disposición del lector español. En el
número que NUEVA DIMENSIÓN dedicó en 1971 a Cordwainer Smith, se incluyen
comentarios de Anthony Cheetham, Cario Frabetti, Donald A. Wollheim y Roger Zelazny.
En el número 1 de la segunda época de la revista argentina EL PÉNDULO (1981) se
encuentran los de Pablo Capanna y Arthur Burns; y los de John J. Pierce y Frederik Pohl
se incluyen en esta edición integral y ordenada de LOS SEÑORES DE LA
INSTRUMENTALIDAD. Pero quien esté interesado en profundizar en la obra y la
personalidad de Cordwainer Smith hará bien en utilizar el casi imprescindible libro del
argentino Pablo Capanna: EL SEÑOR DE LA TARDE: CONJETURAS EN TORNO A
CORDWAINER SMITH (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 1984). En mi opinión, los
textos de mayor interés son el estudio de Capanna, la opinión de Pierce (por ejemplo en
esta edición y en el fanzine Speculation 33 de 1976) y los trabajos recogidos por Andrew
Porter en Exploring Cordwainer Smith (1975), en particular las opiniones y recuerdos de
Arthur Burns también disponibles en la traducción de EL PÉNDULO antes citada.
En cualquier caso, como nos cuenta Burns, Linebarger era de «una estatura superior a