Arthur C. Clarke - La ciudad y las estrellas

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LA CIUDAD Y LAS ESTRELLAS
Arthur C. Clarke
Traducción de
FRANCISCO CAZORLA
E. D. H. A. S. A.
IBARCELONA
(España)
TITULO ORIGINAL EN INGLÉS
THE CITY AND THE STARS
EDITORA Y DISTRIBUIDORA HISPANO AMERICANA, 5. A. AV. INFANTA CARLOTA, 129 - BARCELONA (España)
AGOSTO, 1967
DEPÓSITO LEGAL: B.-26.128-1%7
Impreso por EME O É. - Enrique Granados, 91 y Londres, 9. Barcelona
Escaneado en Málaga por diaspar en Marzo de 1998
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Como una joya resplandeciente, la ciudad descansaba sobre el Corazón del
desierto. Una vez, conoció el cambio y la alteración, pero ahora el TIEMPO habla
ido transcurriendo, La noche y el día tenían sus efectos sobre la superficie del
desierto; pero en las calles de Diaspar, siempre era de día, y jamás llegaba la
oscuridad. Las largas noches del invierno podían salpicar la arena del desierto con
la escarcha y el rocío, procedente aún de la leve capa atmosférica que todavía
quedaba en la Tierra, congelada, pero la ciudad no conocía ni el frío ni el calor No
tenía el menor contacto con el mundo exterior; era un universo en sí misma.
Los hombres, habían construido ciudades antes; pero jamás una ciudad como
aquélla. Algunas habían permanecido durante siglos, algunas incluso por milenios,
antes de que el Tiempo hubiera barrido sus nombres de la superficie terrestre. Sólo
Diaspar había desafiado a la Eternidad, defendiéndose a sí misma y protegiéndose
y escudándose contra la lenta erosión de las edades, el embate de la decadencia y
la corrosión y la herrumbre.
Desde que se construyó la ciudad, los océanos de la Tierra habían desaparecido
y el desierto hablase extendido por el globo entero. Las últimas montañas se habían
ido erosionando y deshaciendo hasta convertirse en polvo por los vientos y las
lluvias, y el resto del mundo era ya demasiado débil en sus fuerzas naturales para
seguir atacándola. La ciudad vivía al margen de todo cuidado; la Tierra había
desaparecido prácticamente hundida en todo su glorioso esplendor pasado y
Diaspar seguía y seguirla protegiendo a los hijos de sus constructores,
sosteniéndoles, dándoles vida y conservando sus tesoros en seguridad por el
transcurso de los tiempos.
Sus habitantes habían ya olvidado muchas cosas; pero no importaba. Estaban
tan perfectamente adaptados y encajados a su entorno vital, ya que así habla sido
diseñado y construido. Lo que existiese más allá de las murallas de la ciudad> era
algo que ya no importaba a nadie, sencillamente constituía algo para lo que sus
mentes permanecían absolutamente cerradas. Diaspar era cuanto existía, todo
cuanto necesitaban, todo cuanto se poa imaginar. Tampoco importaba en
absoluto que el Hombre hubiese llegado una vez a dominar las estrellas.
Con todo, los viejos mitos surgían de tanto en tanto, para fascinarles con su
misterioso atractivo, ante el que se estremecían con cierto malestar, recordando las
leyendas del Imperio, cuando Diaspar era joven y hacía circular su sangre por el
Universo del que había recogido la vida y las riquezas, procedentes del comercio
con muchos sistemas solares alejados en el Cosmos Nadie quería volver a los
viejos días, puesto que se hallaban contentos y felices en su eterno otoño. Las
glorias de la pasada grandeza' del Imperio pertenecían al pasado, y allí podían
quedarse para siempre, ya que recordaban cómo el Imperio había encontrado su fin
y ante el pensamiento de los Invasores, el frío de los espacios interestelares parecía
volver a calarles los huesos.
Entonces; volvían de nuevo a sumergirse una vez más en la vida y en el calor de
la ciudad, en la larga y dorada edad cuyos principios ya se habían borrado de sus
mentes, en una gran parte, y cuyo 'fin quedaba aún muy lejano en el futuro. Otros
hombres habían soñado tal edad de oro; pero sólo ellos lo habían logrado.
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Ya que ellos habían vivido en la misma ciudad, hablan paseado las mismas calles
milagrosamente incambiadas, mientras que habían ido transcurriendo en el Tiempo
más de mil millones de años.
CAPITULO I
Les había llevado muchas horas abrirse paso fuera de la Cueva de los Gusanos
Blancos. Incluso entonces, no podían estar seguros de que alguno de aquellos
pálidos monstruos no estuviera persiguiéndole, estando como estaban con la carga
de sus armas casi agotada. Ante ellos, las flotantes flechas de luz que hablan sido
su misteriosa guía a través de los laberintos de la Montaña de Cristal, todavía conti-
nuaban haciéndoles señas. No tenían otra alternativa sino seguirlas, aunque al
hacerlo así, corrieran el peligro de volver a caer en espeluznantes situaciones de
mortales riesgos.
Alvin, volvió la vista atrás para ver Si sus compañeros permanecían aún con él.
Mystra se hallaba muy cerca y tras él, llevando en las manos la esfera de luz fría y
luminosa que les había revelado la existencia de tales horrores y tanta belleza al
mismo tiempo, desde que comenzó su aventura. Aquel pálido resplandor inundaba
el estrecho corredor y reverberaba en los relucientes muros; y mientras durase su
energía podrían ir viendo hacia dónde se dirigían y como detectar la presencia de
cualquier peligro visible. Pero Alvin sabía demasiado bien, que los mayores peligros
en aquellas cavernas, no eran precisamente los visibles.
Tras de Mystra, luchando con el peso de su proyector, venían Narilian y Floranus.
Alvin se preguntó interiormente él por qué aquellos proyectores resultaban tan
pesados, ya que podían haber sido neutralizados en su gravedad con el más
sencillo de los dispositivos. Alvin pensaba en cosas a, incluso en medio de las
más desesperadas aventuras. Cuando tales pensamientos cruzaban su mente>
parecía como si la estructura de la realidad temblase por un instante y que tras el
mundo de los sentidos, captaba un vistazo de otro universo totalmente diferente.
El corredor llegó a su fin sobre un muro liso. ¿Les habrían traicionado de nuevo
aquellas flechas luminosas? No, al aproximarse> la roca comenzó a disolverse en
polvo. A través del muro rocoso, perforaba una broca giratoria1 que ensanchó
rápidamente un paso como un gigantesco paso de tuerca. Alvin y sus amigos
echaron un paso atrás, esperando que la máquina forzara su paso en la caverna.
Con un ensordecedor ruido de metal sobre la roca> que seguramente era producido
por los ecos de la Montaña, el terreno se aplastó repentinamente junto a la muralla y
todo quedó en silencio. Una puerta maciza se abrió, por la que apareció Callistron
gritándoles que se dieran prisa. ¿Por que Callistron?, Imaginó Alvin. ¿Qué es lo que
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ella está haciendo ahora? Un momento después todos estaban seguros y la
máquina prosiguió su camino por las profundidades de la tierra.
La aventura había terminado. Pronto, como siempre ocurría, deberían hallarse en
casa y toda la maravilla, el terror y la excitación quedaa tras ellos. Estaban cansa-
dos, pero contentos.
Alvin comprobó desde el filo en que se hallaba que él subterráneo conducía hacia
las profundidades. Presumiblemente> Callistron sabía lo que estaba haciendo y
aquélla era la forma de volver a casa. Con todo, era una lástima...
- Callistron - dijo súbitamente- ¿por qué no subir hacia arriba? Nadie sabe qué es
lo que guarda en sus entrañas la Montaña de Cristal. ¡Qué maravilloso seria poder
salir al exterior en alguna parte de sus laderas, para ver el cielo y toda la tierra que
la rodea!. Hemos permanecido bajo tierra demasiado tiempo...
Aunque pronunciaba tales palabras, de alguna forma sabía en su subconsciente
que eran equivocadas. Alystra emitió un grito ahogado, el interior del subterráneo
vibró como una imagen vista a través del agua y detrás y más allá de las murallas
metálicas que le rodeaban> Alvin pudo captar una vez más, una mirada de reojo y
muy rápida de otro universo. Aquellos dos mundos parecían hallarse en conflicto,
dominando primero uno y después el otro. Después> y con toda presteza, todo
acabó. Se produjo una sensación restallante... y el sueño llegó a su fin. Alvin, se
encontraba de nuevo en Diaspar, en su propio hogar, en su habitación privada y
flotando a uno o dos pies del suelo, a causa del campo gravitatorio especial que le
protegía del molesto contacto con la materia bruta.
De nuevo, era él mismo. Aquella, era la realidad... y sabía ya exactamente qué
era lo que ocurriría a renglón seguido.
Alystra fue la primera en aparecer; Daba la impresión CÓ de hallarse más
sobresaltada que molesta, ya que estaba realmente enamorada de Alvin.
-¡ Oh> Alvin! - se lamentó, mientras le miraba desde la pared en donde acababa
de materializarse. ¡Ha sido una aventura tan excitante! ¿Por qué la echaste a
perder?
Lo siento. No tuve intención de hacerlo... sólo pensé que sería una buena idea...
Sus palabras quedaron interrumpidas por la llegada simultánea de a Callistron y
Floranus.
- Ahora escucha, Alvin - comenzó a decir Callistron -. Esta es la tercera vez que
has interrumpido el curso de una leyenda. Ayer rompiste también la secuencia al
desear saltar fuera del Valle del los Arco Iris. Y anteayer lo trastornaste todo,
intentando volver al Origen en el rastro del tiempo que estábamos explorando. ¡Si
no guardas las reglas del juego, tendrás que hacerlo tú solo!
Y desapareció llevándose a Floranus con él. Narilian no aparecería eh absoluto,
con toda seguridad se hallaba trastornado para hacerlo, según su carácter. Sólo le
quedaba la imagen de Alystra mirando tristemente hacia donde se hallaba Alvin.
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Alvin inclinó el campo de gravedad, se puso en pie y caminó hacia la mesa que
había materializado. Sobre ella apareció un enorme jarrón repleto de frutas exóticas,
aunque no era precisamente el alimento que había imaginado, que en su confusión
sus ideas se habían entremezclado. No queriendo revelar su equivocación, cogió
uno de los frutos de aspecto menos peligroso y comenzó a mordisquearlo
cuidadosamente.
- Bien... - dijo Mystra al fin- ¿qué vas a hacer?
- No puedo evitarlo: creo que esas reglas son algo estúpido. Además ¿cómo
puedo recordarlas mientras estoy viviendo una leyenda? Yo me conduzco en la
forma que me parece más natural. ¿No querías tú realmente echar un vistazo a la
montaña?
LOS ojos de Mystra se dilataron con horror.
-¡Eso habría significado salir al exterior! - exclamó asustada.
Alvin sabía que resultaba inútil seguir adelante en aquella conversación. Allí
estaba la barrera que detenía toda la gente de aquel mundo y que podría
condenarle él a una vida de total frustración. Siempre estaba deseando salir al
exterior de la ciudad, tanto en la realidad como en los sueños. Pero en Diaspar, el
"exterior" era una A pesadilla a la que no podía nadie encararse. Nadie hablaba del
asunto y se evitaba a toda costa, era algo sucio y maligno. Ni incluso Jeresac, su
tutor, le habría podida explicar por qué...
Mystra continuaba observándole con ojos tiernos, aunque confusa.
- Te veo desgraciado, Alvin - le dijo ella -. Nadie debe serlo en Diaspar. Déjame
que te hable sobre eso.
Poco galante en aquella ocasión, Alvin sacudió la cabeza negativamente. Sabía a
dónde le llevaría tal clase de conversación con la joven, y por el momento lo único
que deseaba era quedarse solo. Doblemente decepcionada, Mystra se desvaneció.
En una ciudad de diez millones de habitantes, pensó Alvin, no existía realmente
una sola persona con q4en poder hablar. Eriston y Etania le apreciaban a su
manera, pero ahora que terminaba el período de tutela, ambos se alegraban, y eran
felices en cierto modo de dejarle que viviera su vida a su gusto Y tuviese sus
propias diversiones. En los últimos años recientes, haciéndose la divergencia más y
más patente entre su' propia personalidad y la de sus tutores, Alvin habla llegado
casi a sentir un cierto resentimiento hacia ellos y había advertido en lo vivo, igual
resentimiento respecto a él, en sus tutores. Tal vez no fuese sobre su misma
persona, cosa, que de hecho podían. haber encarado y contra la que habrían
podido luchar, sino contra la mala suerte por haberle elegido entre tantos millones
de personas, el día en que entraron y salieron en la Sala de la Creación, hacía
veinte años atrás.
Veinte años Alvin pudo recordar aquel primer momento y las primeras palabras
que oyó: "Bienvenido, Alvin, yo soy Eriston, designado como tu padre. - Aquí tienes
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a Etania, tu madre9'. Aquellas palabras no hablan significado nada entonces, pero
su mente las había registrado con una aguda precisión fijándolas en sus recuerdos.
Alvin recordó de qué forma se habla mirado a su propio cuerpo; entonces era
apenas una o dos pulgadas más bajo de talla cuestión que apenas se había
alterado desde el momento de su nacimiento. Había llegado al mundo casi en
idéntica forma a como se encontraba ahora y apenas si había cambiado, ni
cambiaría sino únicamente de forma muy ligera en altura corporal, cuando estuviera
a punto de abandonar aquel mundo, a mil años de distancia de su presente actual
Antes de aquel primer recuerdo, no habla existido nada para Alvin. Un día,
quizás, volvería a la misma nada; pero aquello era un pensamiento tan remoto, que
apenas podía influir en sus sensaciones de ningún modo.
Volvió una vez más el curso de su mente y sus pensamientos hacia el misterio de
su nacimiento. No le parecía extraño a Alvin que pudiera haber sido creado, en un
simple momento del curso del tiempo, por poderes y zas que constantemente
materializaban toda clase de objetos en su vida diaria. No, aquello no era el
misterio. El enigma que nunca había estado en condiciones de resolver que nadie
podría seguramente estar en condiciones explicarle, residía en su calidad de ser
Unico.
Unico. Era algo extraño, una triste palabra... y una cosa extraña y triste que ser.
Cuando se le aplicaba a él, como mente lo habla oído decir, cuando nadie creía que
él pudiera escucharlo, le parecía poseer un aciago que le amenazaba más' que a su
propia felicidad.
Sus padres, su tutor... a todos a quienes conocía, habían de protegerle contra la
verdad, como en un ansia de preservar la inocencia de su larga infancia. Aquella
situación pronto estaría acabada, dentro de pocos días se convertiría de pleno
derecho en un ciudadano de Diaspar nada podría apartarle del esfuerzo que pudiera
o quisiera hacer para cuanto deseara conocer.
¿Por qué por ejemplo, no encajaba en las Leyendas? De entre las mil formas de
recreo existentes en la ciudad, las Leyendas eran de lo más popular. Cuando se
entraba a vivir una Leyenda, no se era un simple observador pasivo, en los sencillos
entretenimientos que Alvin había disfrutado años antes, más joven en el tiempo. Se
era participante activo y se poseía - o parecía poseerse – una libre voluntad Los
acontecimientos y escenas que constituían la materia prima de las aventuras de
cualquier Leyenda, podían haber sido preparados de antemano por artistas ya
olvidados; pero siempre conservaban bastante flexibilidad para permitir las más
amplias variaciones en sus vivencias. Se podía ir y adentrarse en aquellos mundos
fantasmales con los amigos, en busca de la excitación por lo nuevo y nunca visto,
que no existía en la ciudad de Diaspar y mientras' duraba aquel sueño, no había
nada que lo diferenciase de la realidad. Aunque con certeza, ¿quién podía estar
cierto de que la propia Diaspar en sí no era un sueño?
Nadie pudo agotar todas las leyendas que habían sido concebidas y registradas
desde que comenzó la vida de la ciudad. Las Leyendas tocaban todos los temas
imaginables y producían toda la gama de emociones de una infinita e interminable
sutileza. Algunas, las más populares entre la gente joven, eran sólo dramas poco
complicados de- aventuras y descubrimientos, Otras constituían puras
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exploraciones de estados psicológicos, mientras que otras eran en sí ejercicios en
lógica y matemáticas, capaces de producir las delicias más exquisitas a mentes de
tipo más sofisticado.
Las Leyendas parecían satisfacer a sus compañeros; pero a Alvin le producían
siempre la sensación de ser algo incompleto. A pesar de su colorido y variacn, de
su excitación y su amenidad, existía algo en todas ellas que parecía perdido,
echado de menos por la particular mente de Alvin.
Alvin decidió que las Leyendas jamás le conducirían a ninguna parte. Siempre
aparecían como pintadas en un estrecho lienzo. No poseían la dilatación de una
gran vista, un gran panorama extenso y amplio por lo que su alma suspiraba y
ansiaba ardientemente. Por encima de todo, no existía ni un toque de la inmensidad
en donde tuviesen lugar las hazañas que habían llevado a cabo los antiguos
hombres, el luminoso vacío entre las estrellas y los planetas del universo. Los
artistas que habían planificado y llevado a cabo las Leyendas, habían estado
infectados de la misma extraña fobia que dominaba y gobernaba la mente de todos
los ciudadanos de Diaspar. Todas las aventuras se desarrollaban de puertas
adentro o en cavernas subterráneas o en valles rodeados de montañas que
cerraban paso a toda vista del resto del mundo.
Sólo podía haber una explicación. Atrás, en el tiempo pasado, tal vez antes de
que Diaspar hubiese sido fundada, algo tuvo que haber ocurrido que no solamente
hubiese destruido toda la ambición y la curiosidad del Hombre, sino que le había
devuelto a casa abandonando los caminos de las estrellas para encerrarse
cobardemente en el refugio del diminuto Y cerrado mundo de la última ciudad de la
Tierra. Había renunciado al Universo para cobijarse en el vientre de Diaspar,
artificial y acogedor El deseo ardiente que una vez le había empujado sobre los
mundos de la Galaxia y hacia las islas de las nebulosas siempre más y más allá, se
habían muerto de una vez. Ninguna nave estelar había pasado por el sistema solar
desde eones de tiempo atrás, desde las lejanías y entre las estrellas en que los
descendientes del Hombre podían todavía estar construyendo imperios... La Tierra
ni lo sabía, ni parecía importarle.
A la Tierra no. Pero sí a Alvin.
CAPITULO II
La habitación estaba sumida en la oscuridad, excepto en una de las
resplandecientes paredes sobre la cual se reflejaban en oleadas de color circulantes
y fluidas, las sensaciones de los sueños de Alvin y contra las que el joven luchaba
desesperadamente. Una parte de aquello satisfacía íntimamente a Alvin, el sentirse
fascinado por el aspecto que le ofrecían las altas montañas y sus crestas surgiendo
del mar. En todo aquello, existía un poder y un orgullo que se reflejaba en sus
curvas ascendentes; era algo que había estudiado durante mucho tiempo y después
habla insertado en la unidad de memoria del visualizador, donde quedaría
preservado, mientras experimentaba con el resto de las imágenes. Pero había algo
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que se le escapaba aunque no sabia con exactitud lo que era. Una y otra vez,
intentaba rellenar aquel espacio en blanco, mientras que el aparato transcribía los
modelos y pautas de su mente y quedaban materializados contra la resplandeciente
pared. Pero allí había algo equivocado, no quedaba bien. Las líneas aparecían
borrosas e inciertas y los colores desvaídos y sombríos. Si el artista que lo habla
concebido no conoció el objetivo previsto, ni la más milagrosa de las herramientas o
dispositivos adecuados, hubieran podido> hacerlo en su lugar
Alvin suprimió aquel espectáculo que no le satisfacía y se qued6 mirando
fijamente al rectángulo vacío en sus tres cuartas partes y que habla intentado
rellenar con una bella exhibición, En un súbito impulso, dobló el tamaño del diseño
proyectado y lo elevó hacia el centro de la estructura viasualizadora. No, aquello no
resultaba tampoco y resultaba erróneo de alguna manera. Lo peor de todo, además,
es que el cambio de escala habla revelado los defectos de su construcción,
evidenciando la falta de certidumbre de aquellas líneas dignas de confianza a pri-
mera vista. Tendría que recomenzar de nuevo.
Que se borre la totalidad de la proyección ~ ordenó a la máquina.
Se desvaneció el azul del mar, las montañas se disolvieron en la neblina, - y todo
quedó borrado hasta quedar en blanco la blanca pared sobre la que se proyectaban
las imágenes. Era como si nada de todo aquello hubiera existido, como si se
hubieran perdido en el limbo que había engullido todos los mares de la Tierra y
todas sus montañas, edades pasadas en el tiempo, antes del nacimiento de Alvin.
La luz volvió de nuevo inundando el luminoso rectángulo sobre el que Alvin había
proyectado sus sueños, combinándose con sus alrededores, hasta confundirse en
una sola cosa con las demás paredes de su habitación. Pero ¿eran realmente
paredes? Para cualquiera que nunca hubiera visto semejante lugar con anterioridad,
aquella era ciertamente una habitación muy peculiar. Era algo sin características
especiales y totalmente desprovista de toda ornamentación, dando así la impresión
de que Alvin permaneciese en el centro de una esfera hueca. Ninguna línea
divisoria visible servía de separación a las paredes del techo o del suelo.
No existía nada en donde los ojos pudieran enfocarse, el espacio que constituía
el entorno de Alvin podía tener diez pies o diez millas de amplitud, por cuanto el
sentido de la visión hubiera podido comprobar. Habría resultado difícil resistir a la
tentación de comenzar a caminar en cualquier dirección en la distancia con las
manos extendidas para descubrir los límites físicos de tan extraordinario lugar.
Con todo> tales habitaciones habían sido "hogares" de la mayor parte de la raza
humana, durante la mayor parte de su historia. Alvin sólo tenía que estructurar el
pensamiento apropiado, y las paredes se convertían en ventanas abiertas a
cualquier lugar de la ciudad que quisiera elegir. Otro deseo cualquiera y las
máquinas que nunca hubo visto llenarían la cámara con las imágenes proyectadas
de cualquier artículo o mobiliario que pudiese necesitar. Tanto si eran cosa "real" o
no, era un problema que apenas si había molestado a unos cuantos hombres en los
pasados mil millones de años. En realidad, no era menos real que otro cualquier tipo
de materia sólida o figurada> y cuando ya no se tenía necesidad de ella, se le hacía
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volver al mundo fantasmal de los bancos de memoria de la ciudad. Como todas las
demás cosas en Diaspar, jamás se desgastaba y jamás cambiaría> a menos que
sus estructuras O modelos fuesen cancelados o cambiados por un acto deliberado
de voluntad.
Alvin había reconstruido en parte su habitación, cuando un timbrazo persistente,
con el suave y metálico sonido de una campanilla de cristal, llegó a sus oídos.
Mentalmente ordenó la señal de admisión y la pared sobre la cual estaba
conformando sus inmediatas experiencias> se disolvió al instante. Como esperaba>
aparecieron sus padres, con Jeresac a unos pasos tras ellos. La presencia de su
tutor significaba que aquélla no era una reunión familiar corriente; pero esto era
cosa que ya conocía.
La ilusión fue perfecta y nada de ella se perdió cuando habló Eriston. En
realidad> como Alvin sabía muy bien, Eriston, Etania y Jeserac se hallaban a millas
de distancia, ya que los constructores de la ciudad habían dominado tan
completamente el espacio como subyugado el tiempo. Alvin ni siquiera sabía con
certidumbre dónde vivían sus padres, entre la multitud de altas espiras y laberintos
de Diaspar> ya que se habían movido hasta hallarse físicamente en su presencia.
Alvin - comenzó Eriston -, hace veinte años que tu madre y yo te conocimos. Tu
sabes lo que esto significa. Nuestro tutelaje ha terminado y ya eres libre para hacer
lo que estimes más oportuno.
En la voz de Eriston se advertía una traza, aunque leve, de tristeza. Pero había
un alivio considerablemente mayor, como si Eriston estuviese contento de que aquel
estado de cosas que había existido por algún tiempo> tuviese entonces una legal
terminación y reconocimiento. Alvin ya disponía de su libertad.
Comprendo - repuso -. Te agradezco lo que has hecho por mí y os recordaré en
todas mis vidas. - Aquella solía ser la respuesta formal> ya había oído aquello tan
frecuentemente que todo su significado carecía de importancia emocional; era sólo
una fórmula de palabras y sonidos sin significación particular. Con todo el decir
"todas mis vidas" tenía una extraña expresión> cuando se detuvo a considerarla.
Tenía una vaga idea de lo que quería decir y entonces le había llegado el momento
de saberlo exactamente. Había muchas cosas en Diaspar que no comprendía, las
cuales debería aprender en los siglos que se extendían ante su futuro.
Por un momento pareció como si Etania fuese a decir algo. Ella levantó una
mano, distorsionando el iridiscente resplandor espectral de su vestido y después la
mano cayó a uno de sus costados. Después se volvió como desamparada hacia
Jeserac Y Por primera vez en toda su presente vida, Alvin comprendió que sus
padres se hallaban preocupados.
Su memoria rebuscó rápidamente los acontecimientos de las últimas semanas.
No, no había nada en aquello últimos días que pudiera haber causado ni la más
leve incertidumbre en el aire de la ligera alarma que' mostraban sus tutores hasta
aquel momento.
Jeserac, sin embargo, apareció dominando la situación Dirigió una mirada
inquisitiva a Eriston y Etania, como satisfecho de que no tuvieran otra cosa que
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decir y se embarcó en una disertación para la que habla estado esperando muchos
años.
- Alvin --comenzó<>~' durante veinte años has sido mi alumno, y he hecho
cuanto ha estado en mi mano para enseñarte los caminos de la ciudad y conducirte
a la herencia que ahora es tuya. Me has hecho muchas preguntas, no habiendo
podido responder a todas. En algunas Cosas, aún no estás en condiciones de
aprenderlas e incluso ni yo mismo podría decir que las sé tampoco. Todavía es
deber mío el guiarte, si necesitas mi ayuda. En doscientos años, Alvin, puedes
comenzar a saber algo de esta ciudad y un poco de su historia. Incluso Yo, que
estoy al término de esta vida he visto menos de una cuarta parte de Diaspar y tal
vez menos de una milésima parte de sus tesoros.
Todo aquello era algo Conocido para Alvin, pero no era cosa de dar prisa a
Jeserac en su discurso. El anciano parecía recorrer el inmenso espacio de los siglos
Pesando las palabras con la sabiduría de tan dilatada experiencia que le había
proporcionado su contacto vital con hombres y máquinas.
- Dime
Alvin ~ntinu¼, ¿te has preguntado a ti mismo dónde estabas antes de haber
nacido... antes de haberte encontrado cara a cara con Etanía y Eriston en la Sala de
la Creación?
- He asumido que no estaba en ninguna parte... que no era nada excepto una
pauta o un propósito en la mente de la ciudad, esperando el momento de ser
creado... así.
Un cojín resplandeció y se espesó hasta materializarse bajo Alvin. Se sentó en él
y esperó a que Jeserac continuase.
- Eso es correcto, Alvin - fue la respuesta del anciano -. Pero es sólo una parte de
la respuesta. y una parte muy pequeña, ciertamente. Hasta ahora, sólo te has
reunido con muchachos de tu misma edad y ellos han permanecido ignorantes de la
verdad. Pronto ellos podrán recordar, pero tu no, por tanto, prepárate a encararte
con los hechos.
Durante mil millones de años, Alvin, la raza humana ha vivido en esta ciudad.
Desde que cayó el Imperio Galáctico y los Invasores volvieron a las estrellas, este
ha sido nuestro mundo. Al exterior de las murallas de Diaspar, no hay nada, excepto
el desierto de que hablan nuestras leyendas.
Sabemos muy poco de nuestros primeros antepasados que eran seres de vida
muy corta y que por extraño que parezca, podían reproducirse por sí mismos sin la
ayuda de las unidades de memoria de nuestros ordenadores de materia. En un
complejo proceso, aparentemente incontrolable, las pautas clave de cada ser
humano fueron preservadas en células microscópicas de misteriosa estructura ya
creadas en el interior de sus cuerpos. Si estas interesado, los biólogos pueden
explicarte mucho de particular, aunque el método tiene poca importancia ahora, ya
que fue abandonado en el amanecer de nuestra historia.
摘要:

1LACIUDADYLASESTRELLASArthurC.ClarkeTraduccióndeFRANCISCOCAZORLAE.D.H.A.S.A.IBARCELONA(España)TITULOORIGINALENINGLÉSTHECITYANDTHESTARSEDITORAYDISTRIBUIDORAHISPANOAMERICANA,5.A.AV.INFANTACARLOTA,129-BARCELONA(España)AGOSTO,1967DEPÓSITOLEGAL:B.-26.128-1%7ImpresoporEMEOÉ.-EnriqueGranados,91yLondres,9.B...

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